“Ningún problema puede ser resuelto en el mismo nivel de conciencia en el que se creó”, Albert Einstein
Geografía vertical
La efectividad solo puede ser evaluada en función del propósito al que obedece. Este principio, que parece tan obvio, es lo primero que se nos olvida cuando tratamos de resolver un problema acuciante. Lo cierto es que en situaciones de estrés, el control tiende a apartarnos de la misión, reclamando con urgencia un espacio de verdad único desde donde ejercer su tiranía.
Precisamente por esta razón, los equipos amortizados, consolidados en el tiempo, asentados en el control y en su propio know how, a menudo se sienten incapaces de reaccionar frente a cambios radicales que exigen soluciones creativas. El control de los gastos, la medición exacta de los costes, la selección adecuada del personal o la calidad del envoltorio/página web son importantes, si, pero aún lo es más el para qué, el sentido de todo ello.
Si el foco se centra en lo que, desde la metodología ORSC (Coaching de Sistemas Organizacionales y Relacionales) se define como “realidad consensuada”, el día a día, es difícil que se pueda generar la creatividad suficiente como para encontrar soluciones eficientes y sostenibles.
El modelo americano de coaching de sistemas, ORSC, proporciona herramientas efectivas para ayudar a los equipos de alto rendimiento a permanecer en contacto con su misión, con el sueño por el que están luchando, y a encontrar desde ese lugar de inspiración, la creatividad necesaria para seguir adelante.
La naturaleza nos ofrece un valioso ejemplo: una semilla, enterrada en la oscuridad, decide brotar desde el fango y salir a la luz para convertirse en una planta. La “realidad consensuada” de la semilla establece como prioridad hacerlo deprisa, economizar los recursos de los que dispone. No ha echado raíces apenas y solo se abastece de los nutrientes que aporta su pequeño núcleo. La naturaleza conoce la distancia más corta entre dos puntos: si la semilla quiere tener éxito, ha de crecer en línea recta. Pero ¿qué sucedería si en su camino se interpusiera una piedra?
El primer nivel de información su “realidad consensuada” que la anima a crecer derecho, para salir lo antes posible a la luz, la obligaría a seguir insistiendo, a tratar de perforar la piedra empujando hacia arriba. La semilla para ser eficaz, sin embargo, trascenderá ese nivel de conciencia y se remontará al “para qué”, al nivel del sueño. Desde este nuevo nivel la semilla comprenderá que la verticalidad era solo un medio para salir a la luz: ¡Brotar es lo importante! Solo después de haber tomado conciencia de ello, el brote será capaz de cambiar su trayectoria y rodearla.
Si las plantas pudieran soñar, eso sería su “nivel del sueño” tomando el mando. Pero ni la conciencia de su destino como planta ni la del nuestro como organización se acaba ahí y esta metodología establece aún un tercer nivel al que llama “de esencia”. Un nuevo «para qué» al que recurrir en busca de significado.
Siguiendo con nuestra planta. La semilla ya ha brotado, echado tallo y hojas. Pero ¿para qué ha brotado? Si esa planta recibe el ataque de un hongo o parásito, por ejemplo, ascender al siguiente nivel de conciencia el “nivel de esencia”, preguntarse su razón de ser planta y comprender que lo importante es su capacidad de perpetuar la especie, de generar una flor y producir semillas, la ayudará a encontrar la solución estratégica adecuada en caso de ataque. Y será capaz, por ejemplo, de soltar todas las hojas para detener la plaga, concentrando todo su esfuerzo en esa única flor que producirá una semilla fecunda.
El modelo ORSC desarrolla una suerte de “geografía vertical” entorno al concepto de multirealidad que ayuda a los equipos de alto rendimiento a trasladarse de la realidad consensuada al sueño, y del sueño a la esencia. Y lo hace de forma experiencial, mediante dinámicas tridimensionales que ayudan a sus integrantes a seguir en contacto con su misión y encontrar en su esencia la inspiración necesaria para desarrollar soluciones generativas, incluso bajo la presión de grandes desafíos.